Colores en el cielo...

Colores en el cielo...

viernes, 15 de junio de 2012

¿?

Cuando alguien sufre y exclama: “¿Por qué tuvo que pasar esto?”, nos muestra su consternación y el sinsentido del mal. Cuando alguien sufre y exclama: “¿Por qué tuvo que pasarme esto a mí?” nos muestra el lugar accidental -y no necesario- que le asignamos al dolor en nuestra vida. Nadie exclama “¿Por qué tuvo que pasarme esto a mí?” cuando gana la lotería. Sentimos que el placer nos corresponde naturalmente.
El sufrimiento limita nuestras expectativas futuras o las suprime dolorosamente. Se vincula con la pretensión de poseer por completo algo que está sujeto al cambio, que es la forma más general de ser de todos los objetos y fenómenos. Reduce nuestra capacidad de obrar y, en situaciones extremas, se impone con tal fuerza que nos oprime el corazón y nos produce una feroz cerrazón en la garganta.
Un factor que contribuye a agudizar el dolor es el horror mismo al sufrimiento. Cuando se le hace mal a alguien, no sólo aparece el dolor o la angustia sino también el horror al dolor. Sufrimos por la pena que nos embarga, y también por autocompasión, por la injusticia de la que sentimos ser objeto. “La parte del alma que pregunta ¿por qué se me hace mal? es la parte de todo ser humano que ha permanecido intacta desde la infancia”, escribe Simone Weil. El desarrollo de la medicina y las imágenes publicitarias de la felicidad favorecen este horror al sufrimiento. Como si el dolor -o los problemas en general- no formaran parte de la vida.
El sufrimiento también nos brinda la oportunidad de volvernos personas más sensibles, la de aprender en el sufrimiento o en el error, la de acercarnos a los demás, la de ganar humildad y sentido de justicia, la de abrirnos a nuevas posibilidades de vida, la de ser virtuosos -aceptando con coraje y tenacidad las circunstancias adversas-, la de entrenarnos en lo que necesariamente habrá de ocurrirnos, la de huir del tedio, la de revelar la parte dañada que nos permitirá recomponer el todo, la de convertirnos en médico de los demás y la de participar y comprender en alguna medida su infortunio.

Por: Roxana Kreimer